sábado, 20 de agosto de 2011

MICRORRELATO 22

Todo estaba en calma. La suavidad de la brisa acariciando las prominentes dunas que coronaban aquel desierto me recordaba a los delicados dedos que recorrían mi piel, y cuyas yemas rozaban con mis poros, produciendo una explosión de paz...

Todo era tranquilo. El calor abrasador en el día, el frío abrazador en la noche. La sequedad extrema del entorno, como dos labios ausentes de agua durante dos días, agrietados, abandonados, esperando a que una gota salvadora le devuelva la vida y la ternura de sus besos.

Todo era extraordinario. Hasta tal punto que, después de estrellarse el avión, aún no comprendía cómo seguía vivo en aquel inhóspito y recóndito lugar fuera de todos los confines conocidos.

2 comentarios:

luz de luna dijo...

Solo puedo decir que es fascinanante.

luz de luna dijo...

Simplemente fascinante.