domingo, 29 de marzo de 2009

PREGÓN DE EXALTACIÓN AL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE 2009



Silencio.
Mis torpes palabras rompen la magia de lo callado, de lo interno, la reflexión del corazón retrotrayéndose a un tambor sordo y ciego que camina tras Él. Ausencia de sonidos que forma una melodía aparentemente ausente de sentido, pero cargada de significado y de verdad absoluta cuando se transfigura en nuestros sueños su rostro, también ausente de melodía, con tan sólo el llanto de un instrumento de viento, que riega el tenebroso escenario de calles oscuras y respeto encogido tras labios sellados, que no dejan escapar ni un susurro de alabanza, porque el susurro ya se ha fugado de nuestra alma para viajar junto a Él en la noche de Jueves Santo.
Un sordo, suave y susurrante gemido de corneta despierta la plaza,
Un redoble capado de sonoridad retumba ahogado por la tristeza,
Cadenas esposadas al suelo arrastran un tintineo extraño y machacón,
Zapatillas salpicadas con pies desnudos que avanzan sobre el frio asfalto,
Miles de ojos que brillan con la luz de su faz,
Con la suave caricia de su caminar totalmente despojado de importancia.
Dos ríos de caperuzas negras toman la calle a lado y lado,
Unidos por la cuerda de nuestros pecados,
Penitencias interiores que nadie sabe ni conoce,
Promesas de volver cada año al mismo sitio, al mismo lugar,
Para caminar junto a aquel que ya no camina,
Para velar y acompañar a aquel que en muerte agoniza,
Hermanos y hermanas,
Nos adentramos en la madrugá del Jueves Santo.



Tomando como referencia el Padre Nuestro que oramos al finalizar nuestra Estación de Penitencia, en el cual todos nos cogemos de la mano y somos uno indivisible, todos iguales, todos hermanos, quiero saludaros asimismo. Estimados y queridos hermanos todos, que habéis tenido a bien el acercarse en este día al regazo de nuestro Cristo, bienvenidos y gracias por vuestra asistencia.
En primer lugar quiero agradecer a mi presentador José Manuel, la deferencia que ha tenido para con mi persona, al dedicarme estos minutos que han sido de gran satisfacción para mí, puesto que uno no se acostumbra a ser alagado de tal modo, y con tal cariño, proveniente de un corazón prendido de amistad y respeto mutuo, y que encima es un portentoso poseedor de un verbo hecho prodigio, que con su extraordinaria virtud a la hora de expresar oralmente, fruto de su dedicación, me ha henchido de emoción. Gracias, amigo, y te debo una.
El pasado año me subía por primera vez a este atril, para presentar al pregonero que nos deleitó con su vivencia cofrade en un pregón emotivo, emocionante y, al mismo tiempo, introvertido, de dentro hacia afuera. Este año, vuelvo a estar aquí, pero esta vez para dejarme llevar, para cantaros y contaros lo que me inspira Él, lo que siento, y lo que me sale expresar en estos momentos. Sabéis los que me conocéis que ansiaba poder tener la oportunidad de plasmar lo mucho que llevo en mi interior, con esa forma de expresarme propia y personal, y que me permite darle mi especial impronta a lo que, año tras año, venimos diciendo todos los que somos invitados a encargarnos de tal responsabilidad. Voy a viajar a lo más profundo de mi ser, voy a observar qué bulle en su interior, lo voy a sacar hacia fuera, y lo voy a adornar de vocablos y literatura para hacer a mi Cristo un regalo, pues en definitiva, este pregón es un presente para Aquel que guía mi caminar por este mundo plagado de intransigencia e hipocresía, de guerra y pobreza, y en el cual luchamos por aportar nuestro granito de arena para que el amor a Dios y al prójimo prevalezcan por encima de todas las cosas.
Os quiero comentar que este pregón, según lo he entendido yo, no va a ser fácil ni complaciente. He querido descender a lo más profundo de lo que nuestra imagen representa. He buceado en el dolor y en el castigo injusto que Jesús vivió en sus últimos momentos para llegar a la instantánea que tenemos plasmada en la obra de D. Domingo Sánchez Mesa. Nosotros hacemos una estación de penitencia basada en el silencio, la reflexión y la oración interior, viviendo el luto y la tristeza de lo que queremos expresar en la puesta en la calle de la Hermandad. Por esa razón, esta exaltación debe guardar la misma línea argumental que nos define y nos caracteriza.


La primera parada en este recorrido de sensaciones va a tener como centro de atención la situación presente y las importantes penalidades que nos están tocando vivir en la época actual. La terrible palabra que todos esquivan nombrar, la crisis, se ha instalado entre todos nosotros, como si fuese, desafortunadamente, un miembro más de la familia, una suerte de oveja negra, que está haciendo que muchos se vean con angustiosas situaciones económicas que por nada del mundo esperaban. Son momentos muy difíciles que, en algunos casos, en algunas personas, están siendo motivo ya no de crisis meramente material, sino también de crisis de fe. La gente parece estar perdiendo la esperanza, están abandonado el diálogo con Dios, con Jesús, con María. La oración es cada vez menos el recurso ante el cual las almas se serenan y encuentran el refugio natural a las preocupaciones, y el apoyo verdadero frente a las adversidades. A estas personas quiero invitar desde esta oportunidad que me ofrece el poder estar aquí, para que se acerquen a Jesús, que le sientan en su interior, que sepan con seguridad que en Él tienen al hermano cercano que seguro dibujará en su corazón un resquicio de serenidad para poder dormir un poco mejor en esa noche, y para mirar a sus hijos sin los habituales ojos cristalinos, enjugados por las lágrimas de la impotencia.

Tránsito de almas errantes descarriadas,
Toman el pasillo central del templo,
Sus pies caminan con sigilo,
Caminan solos, conocen el sendero.
Sus miradas ya se han adelantado,
Y están gozando de su presencia,
Que preside el altar,
Con humildad y complacencia.
Sus dedos se entrelazan con dulzura,
Sus rodillas se flexionan con ternura,
Y de sus labios huyen plegarias y rezos,
Que revolotean hasta su santa figura.

Desde la cruz, Jesús se muestra tranquilo,
Sereno y socorrido,
De aquellos que acuden a Él,
Con su fe como único vehículo.
Canto de esperanza,
Sollozo contenido,
Susurro sostenido
De un corazón desvanecido,
Por preocupaciones y lamentos,
De unos tiempos complicados,
De carencias y temores,
De ausencia de alegrías,
Y de apretarse cinturones,
De rezar y pedir al cielo,
Un poco de aliento,
Una luz alentadora,
Que nos enseñe el futuro,
De vacas más gordas,
De tiempos menos duros,
Y de sonrisas regaladas.
Da tu siempre confortante ayuda,
Amigo siempre a nuestro lado,
A aquellos que peor están viviendo,
Momentos duros y atribulados.
A aquellos que no pueden esbozar la alegría,
Porque les ahogan las deudas,
A aquellos que se avergüenzan
De no poder complacer a sus hijos,
De no poder llevarse a la boca,
Ni un triste plato de comida.
Desciende tu infinito amor
Hacia los que más faltos están,
Insufla tu dulce cariño,
Sobre estas almas sin senda,
Para que encuentren en tu faz,
La luz reconfortante, la luz cálida,
La calmada ilusión que relaja el alma,
La palabra cercana vestida de esperanza.
Que si por mí fuese,
Desearía Dios mío,
Quedar yo desamparado,
Para que otros tuviesen tu ayuda.
Pero se con certeza,
Santísimo Cristo adorado,
Que tal cosa no sucedería,
Ni en mi pesadilla más horrenda.
Porque así eres Tú,
Y porque en mi interior lo siento,
Eres luz, eres vida,
Eres puro sentimiento,
Eres rey de las almas,
Y vencedor de lamentos,
Que a la muerte te enfrentaste,
Y victorioso resultaste,
De la más temida lucha,
A la que un ser humano hace frente.
Eres nuestra blanca luz,
Al final del camino,
Eres el reflejo perfecto,
De nuestro ansiado futuro,
Eres hombre de raza,
Eres la vida presente,
Aunque nos empeñemos en llamarte,
Señor de la Buena Muerte.

La segunda parada en este viaje es nuestra hermandad. Pero esta parada va a ser breve, puesto que todos los que estamos aquí, lo estamos precisamente porque, aparte de nuestra demostrada devoción al titular que nos acoge, también consideramos que esta hermandad a la que pertenecemos y con la que simpatizamos, mantiene una idiosincrasia muy personal y propia, que la distingue.
Todos tenemos muy clara la historia de este grupo de hermanos que optaron, hace no muchos años, apostar por un camino distinto, indivisiblemente unido a la entrega al prójimo y a la caridad. No somos amigos de gastos innecesarios, ni de derroches extraordinarios, puesto que lo más extraordinario para todos aquellos que amamos esta cofradía, es poder gastarnos todo lo que tenemos en aquellos que más lo pueden necesitar, para así dibujar una sonrisa, y sin esperar un gracias a cambio, puesto que es algo que forma parte de nuestro trabajo, de nuestra forma de vivir y entender la vida. Todo lo que aquí se hace, se hace por amor, desde las mismísimas entrañas de un corazón entregado a los demás y por los demás, desde el mismísimo núcleo de un mandamiento, el del amor al prójimo, que toma especial relevancia desde el mismo momento en el que cada uno de los hermanos hacemos algo para lo que estamos totalmente entregados: el poder ayudar a los demás. Este es el germen de la hermandad. Y de esa semilla que algunos plantaron en la década de los 80, los que ahora estamos, intentamos regar con generosidad, para que siga creciendo y dando fruto a aquellos que más requieren de ese empujoncito en tiempo de adversidades.
Hacer un una cronología de las acciones que hemos llevado a cabo durante todos estos años sería quizá un tanto extenso. Y como sé que de sobra son conocidas por todos los que aquí os congregáis, pues concluyo diciendo que mientras esta cofradía siga funcionando tal y como lo hace, será siempre ejemplo puro y verdadero de la identidad cristiana y la puesta en práctica del sentimiento de humanidad que debería albergar cada uno de los hombres y mujeres que pueblan este planeta.
Y dicho esto, voy a entrar con paso firme en el tercer momento de este pregón, aquel donde desciendo a la oscuridad de los últimos momentos de Jesús, para intentar encontrar la luz salvadora que nos guíe el camino.

¿Existe la belleza en la muerte?
El Señor de la Buena Muerte descansa sereno, tranquilo, con una templanza relajada, como culmen desahogado de todo el sin vivir que ha experimentado poco antes de expirar.
Es la imagen de un ser humano sin vida, extenuado y dejado a la mano del Padre.
Y sin embargo le miramos. Le miramos con benevolencia y cariño. Le contemplamos con serenidad y calidez. Sin miedo. Cercano. Amable. Amigo. Su rostro reconforta. Sus ojos ocultos tras una tranquilidad apabullante invitan a quedarse junto a ellos, viviendo en un estado de paz infinita y de eterna calma.
Nunca hemos podido imaginar que la muerte pueda albergar belleza. Pero Jesús nos transmite el más bello poema de amor que pueda regalarnos una representación a imagen y semejanza del Hijo. Es el amor en estado puro, un acto de perdón y entrega del Padre para hacernos comprender cuán valioso es el perdón y la entrega incondicional al prójimo.

Entre el Cielo y la Tierra,
Se hierve el infierno,
La muerte de Cristo,
El sufrimiento eterno.
La baqueta muda,
La corneta sollozante,
El silbido de un látigo
Sobre un cuerpo agonizante.
Caminante sobre piedras,
Puntiagudas, dolorosas,
De la infinita senda,
Que al calvario le encomienda.

Quebranto de huesos,
Cansados hasta el límite,
Tendones extenuados,
Y destrozados por el llanto.
Espinas atravesadas
Por el yugo de la tortura,
Ríos ensangrentados
Que recorren su santa figura.
Doliente mirada que muere,
Poco a poco,
Segundo a segundo,
Lágrima tras lágrima.
El alma del Señor de la Buena Muerte
Se diluye,
Se traslada violentamente
De la vida
Al ocaso de la noche sin vida.
El calvario desgarra su voz,
En saeta atronadora,
En un sombrío y oscuro canto,
En un sincopado grito ahogado.
Cruces con redoble de silencio,
Clavos que penetran la madera,
De la carne dolorida y astillada,
Y un reguero ensangrentado de tristeza.
Látigo, flagelo,
Lanza penetrada,
Dolor desatado en la noche sin día,
Luto interior,
Corazones en el ocaso,
Enfrentándose a la verdad incomprendida.
La tristeza se viste de pena,
Por contemplar tan horrenda estampa,
Es inevitable la dolorosa escena cercana,
Es imposible escapar de la certera matanza.
Tus plegarias se escapan del tiempo,
Tus rezos te llevan a la tensa calma,
De la confianza en Tu Padre puesta,
En que la vida volverá a tu alma.
Y sin embargo fluye la luz,
De su rostro derrotado,
Nace la más bella esperanza,
Colorido desencanto,
Resurrecta profecía,
De la batalla ganada,
A la muerte tenebrosa,
A la oscura filigrana.
Porque sabes con certeza,
Que a la muerte vencerías,
Tras tres lúgubres jornadas,
De dolor y vejaciones.
Belleza en muerte,
Paradoja servida,
Lo mismo y lo contrario,
En tu imagen se adivina,
Dolor y esperanza,
Etéreo relajo del alma,
Sustrato amargo de incomprensibles
Cantos ahogados de suplicio,
Suplicio hecho carne,
Carne de costado atravesada,
Atravesada por la amarga y fría lanza,
Lanza forjada con nuestros pecados,
Pecados de un hombre sin rumbo,
Rumbo perdido en el pecado,

Solsticio de oscuridad cegadora,
En lucha constante con la mañana,
La mañana de tu vida sin vida,
La vida sin vida de tu gracia,
Gracia por siempre poseída,
De un color amoratado por el golpe,
Golpe de centurias azotándote,
Para llevarte al calvario por las malas.
La roja sustancia se derrama,
Tras el devenir de la mañana,
Gotas de muerte anunciada,
Que por la rastrera arena se arrastra.
Cuánto dolor desatado,
Cuánta pena acompasada,
Al son de gritos y ofensas,
De un pueblo que no entiende nada.
Mi alma viaja descarriada,
Por ver tan cruel estampa,
Porque mis ojos ya no son ojos,
Sino cuchillos en mi espalda.
La traición se transfigura,
En la imagen de tu calma,
Y mi vida queda atrapada
En tu mirada sosegada.

Llanto, muerte,
Dolor incontenido,
Humillación presente,
Impotencia eternamente.
Extramundo inerte,
Salvación lejana,
Infierno doliente,
Por tu condición humana.
Los crujidos de madera,
Bajo tus pies despojados,
Pregonaban el tormento,
Rechinaban tu quebranto.
Ángeles querubines que revolotean el cielo,
Pinceladas de tiniebla que decoran el aire,
Toneladas de lamentos que dibujan la tierra,
Y gotas de lluvia que salpican las llagas.
Pero Jesús no muere en las calles motrileñas,
Jesús vive para cobijarse entre nosotros,
Motril renace cada Viernes Santo al alba,
Para dar a sus habitantes un rayo de confianza,
La resurrección de la ilusión,
El arcoíris de eterna esperanza,
El rocío de rosa engalanada,
Que da la bienvenida a la mañana,
El lucero que brilla con fuerza,
Para deslumbrar la oscura tiniebla,
La aurora que nace con arte,
Para anunciar la nueva mañana,

Que griten avenidas y calles,
Que canten travesías y plazas,
Porque Jesús de la Buena Muerte,
Ha vuelto para vivir en mi alma.

Cristo muere en la Cruz. Sólo, sin más compañía que su propia fe y su creencia firme en el Padre. Los clavos atraviesan su esperanza de principio a fin, sus espinas se clavan en la confianza hacia Dios como si se tratasen de durísimos actos de valentía que debe afrontar con entereza y disciplina. Pero es muy difícil intentar mantenerse firme ante tal sacrilegio. Jesús lloró, Jesús sufrió, Jesús vivió el dolor en primera persona, con el único apoyo que su propia condición física, la de un ser humano como nosotros, sin milagros, sin alivios, con dureza, con la angustia que provoca en cualquiera de nosotros un dolor agudo que no podemos contener de ninguna manera.

Señor de la Buena Muerte,
Qué advocación tan acertada,
Que diste a la cruz inerte,
La condición de salvadora,
Vida propia y referente,
Del cristiano de raza creyente,
Como el mismísimo sol naciente,
A la bella flor regalada.
Tus pupilas se dilatan,
Cuando la guerra se desata,
Entre hermanos que se matan,
Y naciones que se arrasan.
Tu corazón sufre de pena,
Cuando el dolor se apodera,
De los que menos atesoran,
Y los que más se desesperan.

Tu alma se siente insegura,
Cuando contemplas con amargura,
Que falta mucha dulzura,
En este mundo de locura.
Tu palabra se hace verbo,
Para bendecirnos con tu gracia,
Y sacarnos de este averno,
De pecado que nos atrapa.
Ídolos de papel creados,
Seres inertes idolatrados,
Materialismo afincado,
En el corazón de los humanos.
La sencilla luz de tu mirada,
Rayo de luna calmada,
Reflejo de estrella encumbrada,
Y haz de luceros serenada.
La sentida calidez de tu rostro,
La mullida sensación de contemplarte,
La experiencia de no sentirme solo,
Por vivirme feliz al mirarte.
Tú vas derramando amores
Que a tus hijos vas mojando,
Vas calando corazones,
Y tu Sangre nos va empapando.
Emperador de Motril,
Rey de la vida y el arte,
Tu ciudad quiere amarte,
Y quererte y adorarte,
Y sentirte por las noches,
A su lado al acostarse,
Y vivir siempre y por siempre,
En el regazo de tu temple,
Y que los mimes,
Y que los sientas,
Y que no olvides su presencia,
Y que nazcas a las doce,
Cuando el Jueves se hace Santo,
Y la madrugá se hace reina,
De la noche más eterna,
De la muerte más hermosa,
De la vida más certera,
De las horas más soberbias,
De la vida en penitencia.
Es vivirte, es amarte,
Es por siempre alabarte,
Es sentir el sutil cante,
De la muerte hecha baluarte,

Transmisor de ilusiones,
De esperanzas y contrastes,
De lo oscuro y lo contrario,
De la fuente del amparo,
Cuando riegas sus rincones,
Con la savia de tu presencia,
Con la sangre de tus venas,
Que es la vida hecha promesa,
La promesa de salvarnos,
Cuando el fin llegue a la meta.
Qué serena tu presencia,
Qué presencia susurrante,
Con dulzura y con templanza,
Siempre siento tu viveza.
Qué seguro yo me siento,
Junto a Ti en mi reposo,
Qué tranquilo, qué descanso,
Cuando estoy en tu regazo.

Y llegando este canto,
Al final de su camino,
Querido siempre amigo mío,
Hermano a mi corazón prendido,
Solo una cosa es lo que te pido,
Que cuando llegue mi hora lejana,
De viajar a un mejor destino,
Me enseñes de tu nombre el sentido,
Para cerrar mi vida presente,
A tu lado,
Con una Buena Muerte.

La madrugá desciende como un oscuro manto de luto y tristeza a lo largo de la jornada de Jueves Santo. La sensación acongojada de inseguridad sobrevuela nuestras conciencias. El sexto sentido se prepara para recibir un fuerte golpe directo al corazón. La distancia entre el jolgorio del Domingo de Ramos y la pena de esta noche se va acrecentando a medida que se acerca la fatídica medianoche, en la que sentimos un pellizco retorcido a lo largo de la piel de nuestros temores más aterradores. El pánico se apodera de un ser humano totalmente destrozado, porque conoce que la palabra “asesinato” va a hacerse protagonista de un hecho desgraciadamente constatado y constatable durante casi dos mil años ya. Y a pesar de repetirse cada trescientos sesenta y cinco días, siempre notamos la misma sensación, la misma invasión de desolación interior que nos aborda como un pirata en la nocturnidad de nuestro desasosiego. Es revivir la muerte en primera persona a través del rostro de sufrimiento imparable del hombre nacido de Dios, y con Dios en sí mismo, e infinitamente lleno de Dios, pues es Dios Padre mismo quien lo reconoce como su Hijo amado.
Cuántas veces el amor exige silencios, cuántas veces no se necesita sino permanecer al lado de la persona amada. Cuántas palabras hirientes no debieron salir de nuestra boca, cuántas miradas amables y sinceras valen más que mil palabras. Jesús permanece esta noche, en silencio, junto a los hombres, a los que ama, demostrando el amor con su presencia, sin decir una sola palabra.
Suspiro infinito ahogado en la opaca muralla de nuestros pecados, y que impide el poder liberar nuestro llanto desatado por cada uno de los azotes que los jirones de la piel de Cristo transmite a nuestro ser.
El cántico de tus últimas horas se compone de llantos agónicos, de desesperados gritos de dolor incontenido de afuera hacia adentro, de impotencia desatada, de pánico incomprensible al no entender por qué el Padre le ha dibujado tan cruel destino.
Jesús recorre, un año más, ese itinerario que ya conoce y que todo su pueblo ansía acompañar…

El dulce chirrío del metal ensordece las baldosas,
El atronador silencio respirado en las calles,
Se adueña poco a poco de todos los rincones,
De las callejas adoquinadas y solitarias, dormidas,
De una noche en calma y perdida en la historia,
De un acontecimiento clavado en la memoria,
De un momento esclavizado en el tiempo,
De una crónica en muerte anunciada,
De la presencia amarga en la madrugada,
De sones de amargura entronados en el alma,
De ribetes de luto surgidos de una sentencia,
Sentencia que rompe la vida sagrada,
Con el son de las voces desgarradas.

Caminando con ternura,
Por tu Motril entristecido,
Que desea que tu pureza,
Derrames por todo el camino.
La Libertad de la plaza oscurecida,
Parece que te acoge con ternura,
Ante las miradas ciegas de una noche,
Que destila luto y dulzura.

Cardenal Belluga de baldosas,
Arrastrado esparto sordo,
De capuchones que desfilan sigilosos,
Con dolor rasgado bajo el rostro.
Canalejas en la plaza,
Luces rotas en la estancia,
Los balcones asomados,
Para ver tu bella estampa.
Cruz de Conchas hacia arriba,
Angostura heredada,
De un casco rancio y olvidado,
De un Motril de otras añadas.
A Pozuelo llega el paso,
Con ribetes de mudeza,
Esperando que sus fieles,
Ya desgarren la saeta.
En Garrido todo es calma,
Arboleda sosegada,
Que sutiles arropan tu cara,
Con sus flores que engalanan.
Ciprés regado de tu gracia,
Con ambiente de tristeza,
En la plaza abandonada,
De la vida desolada.
Milanesa es estrecha,
Como la senda de la vida,
Recoveco escondido,
Para rezar con el alma.
Vistabella nos acoge,
Y nos lleva en su regazo,
Con la luz enmudecida,
En el medio del camino.
Bustamante siempre espera,
Con tremenda impaciencia,
A que Cristo desembarque,
Y bendiga la plazuela.
En Cruz Verde la noche es ciega,
La tiniebla se hace canto,
Para recibir con respeto,
Al amado Hijo expirado.
Las Palmeras se rebosan,
De orantes silenciados,
Que observan doloridos,
La paz de tu rostro santo.
Emilio Moré se despliega,
Con palcos abarrotados,
Y palabras de misterio,
Que revuelan por las ondas.
Al final de la plazuela,
Se perfila el cableado,
Díaz Moreu siempre nos hace,
Que caminemos muy agachados.
Romero Civantos es ausencia,
Porque ya están en la Iglesia,
Los que viajan con nosotros,
El camino de la pena.
Plaza España es inmensa,
Qué pequeño se ve el paso,
Allí con calma reviramos,
Para subir la fría escalera.
Frente al templo surge lo mágico,
El silencio se desgaja,
En oración pura y sincera,
Y un Padre Nuestro que nos abraza.

Y otro año se ha cumplido,
Otro año se ha acabado,
Buena Muerte por las calles,
Derramando su presencia,
Encumbrando las callejas,
A avenidas de tristeza,
Elevando cada plaza,
A altares de pureza,
Acariciando cada alma,
Con gracejo y sutileza,
Para llevarla a la calma,
Para transmitirle firmeza,
Porque Él ha vuelto a salir,
Para hacer la noche día,
Para llenar miles de ojos,
De enjugadas pupilas,
Para demostrar una vez más,
La humildad del Poderío,
Y que sepa todo el mundo,
Desde el principio hasta el fin,
Que Tú siempre has sido y serás,
El Gran Señor de Motril.

He dicho.

jueves, 26 de marzo de 2009

QUIERO ESTAR CONTIGO










Al final ha sucedido lo que tenia que pasar. Al final todo ha sucumbido hacia el oscuro abismo de lo incomprensible, de lo inenarrable, de lo impensable, de lo que nadie quería que sucediese. El Maestro no va a regar con su dulce gracia ni la cuesta del Santuario de Nuestra Patrona Coronada, ni calles, ni plazas, ni rincones, ni avenidas, ni corazones, ni almas, ni motrileños que elevan su mirada para contemplar su rostro transmisor de tanto dolor y esperanza al mismo tiempo. Se ha cumplido la profética noticia que ha caído como una pesada losa en el colectivo cofrade de nuestra ciudad. Jesús de Pasión no compartirá con los suyos unas horas de verdadero sentimiento a flor de piel, de penitencia contenida tras un capillo, o sobre unas zapatillas de esparto que cargan con humildad y amor a su titular. Creo que ya no quedan lágrimas tras las pupilas de sus hermanos, de los que le aman, de los que, cada día, despiertan con su presencia dentro de sus corazones, que acuden a Él cuando la adversidad aprieta. Bueno, si es posible que quede alguna, que serán derramadas el próximo Jueves Santo, cuando estén ante el Hijo, allí, en el templo, quieto, sin poder seguirle, y arroparle por las calles, y mecerle en la noche que se prepara para vestir el tiempo de madrugá oscura y con aroma de muerte.

Y tras Él, desde hace poco tiempo, ha caminado Ella. La amarga expresión de la belleza hecha dulce rostro de ternura mullido por la desesperanza vestida de ilusión cercana y de fe puesta en en los designios del Padre. La Madre Amargura, exiquisita representación del más bonito y cariñosísimo poema de amor que alguien haya podido nunca interpretar a través de su vida de entrega, devoción y admiración por su amadísimo Hijo. La Reina Madre que el Jueves Santo surca las calles de nuestro mundo motrileño para desplegar su mimosa palabra en la que nos invita a orar a Dios y a acompañar a su retoño en su tortuoso camino hacia el calvario, monte de nuestros pecados y desvaríos.

Este año no podrá ser. Este año no. Este año la desidia, la torpeza del ser humano, la incompetencia, los tejesmanejes de aquelloos que no han sabido hacer hermandad nos ha llevado a quedarnos sin la estampa que, como la flor que explota en primavera y la llena de color y vida, Pasión y Amargura revisten el Jueves Santo de un especial tono de tristeza pero majestuosidad al mismo tiempo.

Ahora voy con la segunda parte de esta triste entrega. El próximo Jueves Santo esperaremos todos los motrileños que ambos titulares puedan ser expuestos a culto público en el Santuario de Nuestra Señora, para poder rendirles el merecido homenaje, presentarles nuestros respetos y poder acompañarles con nuestras oraciones. Esperamos que las dos imágenes puedan ser trasladadas a Motril para sentirlas cerca de nosotros, rozando nuestro corazón, acariciando nuestra alma con sus preciosísimas lágrimas. Y eso es lo que espero y deseo, puesto que los rumores no son demasiado alagüeños al respecto. Espero que nada de lo escuchado se cumpla. Deseo que el Maestro nos visite el Jueves, y que no esté sólo, sino que le de cobijo y aliento su motrileñísima Madre Amargura. Espero y deseo que todo esto se cumpla tal cual, porque nadie tiene ningún derecho a dejar huérfanos a sus hijos motrileños, porque Ellos, la Madre y el Hijo así no lo quieren. El quiere seguir entre nosotros, protegiéndonos, y Ella desea seguir siendo el puente entre el cielo y Motril, entre las alturas y la playa de levante de la que agradece su suave brisa que mece su cabello. Pasión y Amargura son motrileños por los cuatro costados, son pobladores de nuestra tierra, con raíces enterradas en la admiración y devoción de sus habitantes, que ya son imposibles de arrancar.

lunes, 23 de marzo de 2009

EXPRÉSATE (PASIÓN SIEMPRE EN NUESTRO CORAZÓN)


He decidido abrir este artículo para que os podáis expresar y decir todo aquello que queráis en torno a la no salida del Señor de Pasión y Amargura esta Semana Santa del 2009.

Podeis compartir todo aquello que os apetezca. Dejo libertad y no hago ningún tipo de comentario para que digáis lo que os salga del corazón en torno a esta desafortunada situación.

Los comentarios más relevantes o más expresivos en cuanto a sentimiento cofrade o literario, podrán ser leídos en el programa "A Golpe de Llamador" del próximo viernes.


Un saludo.

viernes, 20 de marzo de 2009

POR TUS HECHOS TE CONOCERÁN

Recuerdo que escuché hace no mucho tiempo, decir a alguien que dentro de las hermandades existían los cortijos. De primeras, ese tipo de comentarios son de los que podríamos calificar gratuitos. Son de ese tipo de comentarios que se lanzan sin ton ni son, intentando polemizar en cualquiera de los casos. Lo que ocurre es que si que te hace pensar. Y, claro, reflexionando, y viendo, en algunas ocasiones, comportamientos de alguna que otra hermandad o cofradía, pues hasta acabas dando la razón al susodicho o susodicha en cuestión.
En diversas ocasiones, hemos visto como cofradías poseedoras de una casa de hermandad, hacen de ella un bunker inexpugnable, en el cual sólo se puede entrar con recomendación. En otras ocasiones, vemos como Juntas de Gobierno hacen y deshacen sin convocar cabildos ni nada que se les parezca. Destituimos y nombramos capataces, hacemos y deshacemos a nuestro antojo y, después, cuando pregunten, pues decimos que era lo mejor para la cofradía, o que esta persona no era la adecuada en el cargo, o que esta casa de hermandad es de la hermandad, pero no es de la hermandad, pero como si fuese de la hermandad, pero que sigue sin ser de la hermandad, y que no pertenece a la hermandad y por eso no te la dejo. Os ha quedado claro, no?
Pues en esas estamos. ¿Dónde ha quedado el sentimiento cristiano en el que se basa fundamentalmente toda nuestra vena cofrade? ¿Dónde queda ese otro sentimiento de sentirnos como hermanos, sabedores de que podemos echar mano de nuestro prójimo, amigo cofrade en este caso, o compañero de barrio, cuando necesitemos de ellos? ¿Dónde queda la fraternidad que debe unirnos a todos como un todo indivisible, donde no existan fisuras de ningún tipo ni rencores de ninguna índole?
Este mundo cofrade es único. Somos pocos, nos conocemos casi todos. ¿Por qué no tendemos la mano al vecino cuando nos la pide, consultamos nuestras acciones cuando repercuten en todos y, en definitiva, practicamos aquello que Jesús nos dejó que decía que nos amásemos como hermanos, como Él nos había amado?
Cada vez que no actuamos del modo adecuado, le estamos dando una patada al evangelio y a todo aquello que, supuestamente predicamos con el ejemplo de nuestras vidas aunque, a la vista de lo que sucede, algunas vidas no puedan servir de ejemplo para nuestro mundo cofrade motrileño.
(Editorial del 20 de marzo de 2009 para el programa "A Golpe de Llamador" de Onda Cero Motril)

lunes, 16 de marzo de 2009

PRESENTACIÓN AL PREGONERO

Y el monte se eleva sobre Getsemaní, floritura de olivos engarzados de sufrimiento anticipado, ante la inminente venida de la certera muerte que acecha como un ladrón en la nocturnidad de su vida. Pero la Victoria se hará presente una vez más, con las lágrimas enjugadas de esperanza, y su rostro destilando tristeza pero confianza al mismo tiempo…


Hermanos de la recoleta Congregación Agustina, Junta de Gobierno y hermanos de la Cofradía de Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos y María Santísima de la Victoria, hermanos cofrades, amigos todos.
Este año hace ya nueve que me subí a este atril para cantar a los titulares que residen en este templo y que guían las trayectorias de los cofrades que aquí se congregan. Fue la primera vez que tenía la inmensa responsabilidad de pregonar a un grupo de hermanos y amigos sobre aquello que supone un pilar importante e imprescindible en sus vidas, como es el cariño y afecto que procesan hacia sus titulares. Hoy, nueve años después, han cambiado algunas cosas y, aquello que veía como una responsabilidad temerosa por no saber si estaría a la altura, se ha convertido en un excepcional privilegio que se me concedió en aquel momento, y del cual, hoy por hoy, si habría disfrutado muchísimo más.
Todo esto viene a colación de la importancia que tiene el pregonero a la hora de desarrollar su discurso, pero también para tener en cuenta que el pregonero debe aprender a disfrutar ese privilegio que se le regala y que quiere compartir con sus hermanos.
En este caso nos encontramos con alguien que, aunque suene a manido tópico, no necesita ningún tipo de presentación. Hubiese bastado con decir, aquí tenéis a José Santiago, y disfrutad con él. Habría sido suficiente, sinceramente. José es un hermano que todos conocéis, que ha formado parte de la Historia de la Hermandad prácticamente desde sus inicios, y que ha ocupado diversas ocupaciones dentro de ella. Entonces, el hecho de hablar de la historia personal de este señor, pues puede resultar algo redundante. Así que me voy a centrar en otros aspectos más colindantes, en referentes sensibles que hacen que José sea alguien especial, en lo que podríamos denominar, sus pequeños tesoros cofrades.

Cada uno puede tener diversas opiniones sobre alguien. Es cierto. Algunas personas nos caen mejor, otras nos caen peor. Está claro que nunca llueve a gusto de todos. Pero algo que caracteriza al pregonero de la noche, es que suele tener un mágico hilo de conexión con todo el mundo cofrade. Es poseedor de un magnífico arte diplomático para relacionarse con todos los estamentos de un modo cordial y cercano, con calidez y templanza. Es capaz de acercarse a sus hermanos con sinceridad y humildad, escuchando antes que hablando, aprendiendo antes que departiendo.
Sinceridad he dicho. Pues sí. Nuestro hermano es dueño de la transparencia hecha pensamiento, de la que disfrutamos los cercanos a él, y que tan especial y distinguido le hacen. No hay fisuras, no hay dobleces, lo blanco es blanco y lo negro es negro, no intenta disfrazar de gris aquello con lo que no está de acuerdo en su interior. Esto le hace valedor de una garantía de confianza y de veracidad que hacen que su palabra no sea una duda puesta en boca de alguien, ni una verdad a medias para maquillar un desacuerdo.
Desde los micrófonos de Onda Cero desarrolla su labor informativa, a través de un programa que cumple 11 años ya, y que es la extensión de aquel Incienso y Cera que inauguró de forma contundente las programaciones cofrades de periodicidad semanal. Por cuestiones laborales, tuve que ausentarme de esta mi tierra hacia la Mancha castellana, y me vi obligado a abandonar irremediablemente a mi compañero de batallas sólo ante el micrófono. Al principio los momentos fueron duros. La soledad hacía mella tras tantos años realizando el programa a dos bandas. Pero este periodo de aprendizaje le hizo bien, le ha hecho muy bien. Hoy por hoy, gracias a Dios, me siento orgulloso de lo que hoy es A Golpe de Llamador y. Ha arropado el programa entre sus brazos, le ha mecido y le ha ayudado a crecer. Hoy por hoy ya es adulto, ya tiene vida propia y ya es un referente absolutamente irrefutable de la información cofrade en nuestra ciudad. Amigo, has sabido aprovechar aquella herencia que hiciste tuya hace ya unos cuantos años, y le has insuflado la vida para que todos aquellos que ideamos y pensamos en esa “locura” por aquellos tiempos, como era un programa cofrade semanal, nos sintamos felices al ver la trayectoria recorrida y el buen estado de salud del que goza. Esto ha sido gracias a ti.
Otra de sus dedicaciones más especiales para él se centra en el barrio de Capuchinos, en su hermandad de toda la vida, como él la describe. Desde hace unos años desempeña con acierto el cargo de Hermano Mayor en este grupo de gente de barrio que, por encima de todo, aman y veneran a su Divina Pastora de las Almas. Su empeño está demostrándose día a día, llevando a cabo actuaciones importantes en beneficio de la hermandad, y donde se siente feliz y realizado con su trabajo. Ha elevado a su titular un escalón más cerca del cielo, y al mismo tiempo, un peldaño más cerca de sus vecinos. Y Ella, la Reina, se siente feliz, más arropada y más coqueta que nunca, tras el toque mágico de manos prodigiosas como son las de Antonio Hernández e Israel Cornejo. Felicidades, amigo José, aquel sueño basado en tu amor a la Señora de Capuchinos que barruntabas de pequeño lo has cumplido con creces.
Me gusta tomarme un café con José. Es un ritual, en la plaza de las Palmeras, casi siempre en la misma mesa, uno frente al otro. Se acerca nuestro amigo camarero, que ya nos conoce, pedimos y nos sirve. A continuación nos ponemos a charlar, sin más. ¿El tema? Da igual. No hay tema predefinido. Él me cuenta lo que pasa en esta tierra durante mi ausencia, yo le doy mi opinión sobre lo que escucho. Se produce la magia. Las palabras fluyen sin obstáculo, sin esconderse tras disfraces hipócritas de intentar agradar a tu interlocutor. En esto que pasan por allí amigos comunes. Todos se paran y saludan. Algunos se sientan. Departimos como si nada. Igual de fluido, igual de humano. La capacidad de bienestar que transmite José va más allá de lo que yo puedo escribir en este momento. Es una experiencia de vida que sólo puede hacerse presente a través de la sensación directa de estar cerca del pregonero y sentir, simplemente sentir. Acaba el tiempo de café. Me toca pagar a mí.
José, sabes el tiempo que llevas rumiando este pregón. Muchas veces hemos hablado, y muchas veces has dicho que este es tu pregón, el que llevas dentro, el que sale sólo, el que es parte de ti, y tú formas parte de él. Vas a contarnos sobre la cofradía, sabiendo que tú has sido parte de ella, y vas a contar parte de ti también. Acuérdate que cuando se me encargó esta responsabilidad, hace ya 9 años, tú tenías por ahí fragmentos sueltos, que tenías a bien compartir algunos conmigo. Este es tu momento en esta hermandad, es el momento que has esperado para elevar la vivencia en la Cofradía de la Oración en el Huerto a una experiencia vital a compartir con todos los tuyos. Haznos partícipes, pregonero, de lo que tu verbo arraigado en tus raíces motrileñas y capuchinas es capaz de desplegar con dulzura y delicadeza, con firmeza y arte, con raza y sabiduría.
Sabemos todos de tu amor incondicional a los titulares que hoy presiden este acto. Sabemos todos de tu incondicional admiración a la Madre, principio y fin de tu condición andaluza y mariana por los cuatro costados. Ellos también lo saben, y están impacientes por escucharte, porque perfectamente eres sabedor de que Ellos te quieren y velan por ti, que te tienen por un ser especial, de una estirpe cristiana anclada en la historia de tu andanza por este mundo. Esta es la hora. Ahora te toca regalarnos tu sensibilidad convertida en pureza derramada en forma de palabras que vuelan al cielo de nuestros corazones para demostrarnos, una vez más, cuan grande eres, y cuan infinito es tu amor a Dios.

Que todos saben de tu bondad,
Aquellos que el cielo pueblan,
Querubines angelicales,
Que rubrican tu presencia,
Con pinreles de alabanza,
Y susurros de pureza.
Danos, amigo José,
Tu palabra siempre cierta,
Tu cercano y limpio verbo,
Que corona con acierto,
Cada rezo que tu alma,
Dedica con amor al Padre,
A la Madre Victoriosa,
Y al bendito rey Orante.
Hermanos y hermanas, os dejo con mi amigo, y a su vez el pregonero de esta noche, D. José Antonio Santiago Martín

viernes, 13 de marzo de 2009

Y AL TERCER DÍA...

...y al tercer día resucitó. Es el comienzo tras el fin. Es el verdadero núcleo de nuestra vida cristianay cofrade. Es el culmen de una Semana Santa completa y llena de emoción que desemboca en la verdadera razón por la que celebramos esta Semana Grande. Pue el Domingo de Resurrección, Jesús saldrá de su tumba en todas partes, pero en Motril Jesús no va a resucitar. No va a visitar nuestras calles para sembrar de gozo cada rincón de nuestro Motril. No va a caminar por nuestros angostos senderos para expandir su gracia a cada recobeco de nuestra ciudad.
Y no es que el Hijo Amado nos haya abandonado a la mano de Dios, nunca mejor dicho, sino que e la mano del hombre la culpable de este desbarajuste. A causa de malas gestiones acompañadas de una pésima situación económica, ha llevadoa la hermandad a claudicar este año ante la delicadísima situación en la que se encuentran.
Ojalá este acontecimiento sirva para que vuelvan a coger impulso para reiniciar una nueva andanza, para resurgir de las cenizas, para resucitar de nuevo con fuerzas renovadas...
Se estaba barruntando desde hace ya algún tiempo. Se adivinaba ya desde lejos que el Domingo de Resurrección ib a quedar huérfano este año. Las imágenes quedarán expuestas a culto público para aquellos que nos sintamos con la necesidad de acompañarlas y orar junto a ellas. Espero y deseo que el templo de la Encarnación sea un constante bullicio de gente que entren y salgan, y que arropen a los hermanos de la Cofradía y, sobre todo, a sus imágenes. Desearía que aquello se llenase y fuese una explosión de júbilo y alegría ante la noticia más importante para la humanidad cristiana.
Resulta paradójico, pero sólo el ser humano es el único que puede hacer (metafóricamente) que la resurrección no se produzca. En este caso así ha sido. Nuestra ciudad costera va a quedar menos radiante que de costumbre el próximo día 12 de abril, a causa de una terrible nube en forma de error humano que va a cubrir el sol de la vida resucitada.
Editorial del 13 de Marzo de 2009 para el programa "A Golpe de Llamador" de Onda Cero.

viernes, 6 de marzo de 2009

LA PASIÓN DE PASIÓN

El tema de conversación en estos últimos días es el estado de la Hermandad de Pasión, así como las profundísimas convulsiones que están teniendo en su interior. Este editorial no pretende analizar el problema en profundidad, puesto que considero que no es el momento, ni el lugar, ni existe información necesaria, ni he podido hablar con los implicados en cuestión. Las informaciones que me llegan son las que comparto con mi compañero y amigo José, las que son emitidas en el programa, y las que leo en los foros. Pero, a pesar de todo ello, aún no he tenido la oportunidad de poder reunirme con las partes implicadas para que puedan explicarme.
De todos modos, si me surge una duda. ¿Hasta qué punto estarían dispuestas las partes a reunirse y a poner las cartas sobre la mesa al respecto de la verdadera situación por la que está atravesando? ¿Hasta qué punto estarían las partes dispuestas a ceder para poder llegar a un término medio satisfactorio para ambas partes y beneficioso para la Hermandad? ¿Hasta qué punto una reunión tendría el fruto esperado?
En el foro al cual me he referido anteriormente, propuse la posibilidad de que la Agrupación pudiese hacer de mediadora en una reunión entre ambas partes, para poder aportar su factor de consenso y de intermediaria para poder sacar a la Hermandad del tremendo problema en el que, por desgracia, ya se encuentra inmerso. No sé hasta qué punto podría ser esta la solución, pero si es cierto que si realmente queremos y amamos nuestra Semana Santa, deberíamos estar haciendo todo lo posible porque esta situación pudiese llegar a buen puerto, puesto que todo aquel que quiera de verdad a la Semana Santa Motrileña, va a sentirse absolutamente huérfano cuando, llegado el Jueves Santo, nuestro Señor de Pasión y su Madre Amargura se queden en su templo, sin poder caminar por nuestras calles derramando su bendita gracia entre todos nosotros.
Pero me da la impresión de que ese va a ser el final de est tortuoso camino. Desgraciadamente, da la impresión de que la Hermandad necesita una depuración a fondo, sin querer hablar de qué personas son las que necesitan ser depuradas de dicha Cofradía.
Y los foros cofrades están que arden. Puedo comprender que hay personas que sienten a sus titulares, y que sienten la Hermandad, y que están viviendo en primera persona todo este calvario. Y también entiendo que necesiten expresarse. Pero lo que entiendo un poco menos es cómo pueden estas personas albergar tanta rabia contenida. Por el tono y el contenido de los comentarios, me da la impresión de que esto viene de lejos. Entonces, la pregunta surge instantáneamente. Si esto ya se veía venir, ¿por qué se ha contenido todo tanto? ¿Por qué no ha salido todo esto mucho antes? ¿Por qué da la impresión de que esto era una bomba de relojería de la cual todo el mundo sabía de su existencia, nadie ha dicho nada, y al final ha terminado explotando?
Es absolutamente triste ver cómo los hermanos expresan su más incontenida indignación en los foros y en las conversaciones a pie de calle. Es absolutamente tristísimo contemlar una serie de fotografías que han sido colgadas en estos foros en relación a los pasos de la Hermandad. A mí, personalmente, se me cae el alma al suelo. Entonces, por favor, vamos a no regocijarnos en el dolor que nos está produciendo a todos contemplar todo esto, y por favor, vamos a hacer un esfuerzo por meter hombro todos, los que queremos ayudar, y todos los implicados, para intentar sacar esto a flote, que un Jueves Santo sin Pasión, es como una muerte sin Resurrección.
(Editorial del 6 de marzo de 2009 para el programa "A Golpe de Llamador" de Onda Cero Motril)