jueves, 4 de diciembre de 2008

¿DONACIONES O INCOMODIDADES?

De toda la vida, las hermandades y cofradías han sido receptoras de multitud de enseres y diversos objetos que han provenido de generosas y desinteresadas donaciones hechas por devotos de las imágenes o seguidores fervientes de dicha hermandad. Hasta aquí todo está bien. La cofradía es una humilde asociación cristiana que se nutre exclusivamente de lo que sus hermanos aportan a través de cuotas, celebraciones, barras, donaciones... Con lo cual, pues no viene nada mal encontrarse con dádivas que vienen a enriquecer el patrimonio de la cofradía de un modo desinteresado.

Pero claro, la pregunta surge con rapidez. ¿Son todas las donaciones verdaderos regalos en cuanto a utilidad, calidad artística, necesidad?

Tenía no hace muchos días una conversación con un buen amigo mío que defendía que las donaciones realizadas a las hermandades y cofradías deberían tener algún tipo de asesoramiento interno para que aquello que el hermano o la hermana quiere y desea regalar cumpliese, en cierta medida, esos cánones de utilidad, necesidad y calidad artística anteriormente mencionados. Así, probablemente, algunas de las donaciones realizadas no quedarían eternamente enterradas en cajones sin fondo o baúles del recuerdo más viejos que los de Karina.

Pero claro, vuelve a surgir la cuestión. ¿Hasta qué punto alguien que desea comprar algo a su hermandad estaría dispuesto a flexibilizar su capricho o su deseo de regalar un artículo determinado en pos de aquello que le digan que tiene que adquirir?

Hemos de plantearnos los dos puntos de vista, para dar lugar a posteriores reflexiones. Primero, desde el lugar de la hermandad, intentando dialogar con el donante, para intentar consensuar, dentro de la acción que él quiere realizar y el tipo de artículo que quiere regalar, un punto intermedio y equilibrado para el bien de ambas partes, pero sobre todo, para el bien común de la cofradía y sus imágenes y su patrimonio. Por otro lado, el punto de vista del donante, intentando dejarse asesorar en cierta medida por aquellos hacia quien va dirigida dicha donación, para poder emplear su dinero en algo que realmente se pueda adecuar y ajustar a lo que realmente la cofradía pueda necesitar. ¿De qué sirve donar 1000 rosarios a la Virgen si, por ejemplo, le falta una peana en condiciones, o una parihuela más acondicionada a sus características.? O de qué sirve donar una pieza de orfebrería con estilo gótico, por ejemplo, cuando la hermandad está más enmarcada en un estilo barroco? Es como dar un balón de fútbol a un jugador de tenis. Sí, es redondo, pero no me sirve para nada.
En fin, creo que las dos partes implicadas, donante y destinatario debiesen llegar a acuerdos comunes para que, en definitiva, ganen ambos y, como fin último, gane nuestra Semana Santa.
(Editorial del programa "A Golpe de Llamador" de Onda Cero)

1 comentario:

Luigi dijo...

Si no recuerdo mal, en el estatuto marco se contemplaba la facultad de las juntas de gobierno para aceptar donaciones o no. El quid es cómo rechazar una dádiva efectuada con todo afecto a un determinado titular. Oye y otra cosa: tenemos pendiente una cerveza con cascatorio, que tas perdío jejeje. Un abrazo