martes, 25 de marzo de 2008

¿ENTENDEMOS LA VIDA?

Este es el artículo que he escrito para La Judea de mi querido amigo Fermín Anguita.

"¿Qué es la vida?

¿Realmente nos hemos parado a pensar qué es la vida?

¿Cuáles son las motivaciones que nos arrancan a avanzar por este camino extraño y, hacia dónde nos llevan?

¿Cuál es el propósito de cada uno de nosotros en este periodo de existencia que nos ha tocado vivir?

Si de vez en cuando nos parásemos a pensar un poco al respecto, a dedicarnos un tiempo para la reflexión y la profundización, nos daríamos cuenta de lo equivocados estamos a la hora de emprender determinadas acciones, tomar determinadas decisiones o de tratar de determinado modo a nuestro entorno.

Cada acción que emprendemos es algo que queda ahí, que entra a formar parte de nuestra historia personal y que forja la impronta de cada ser humano para el resto de sus días.

Cada error que cometemos es el preludio de un aprendizaje que nos sirve como experiencia de aquello que no debemos hacer o, al menos, de lo que deberíamos evitar en posteriores ocasiones. El mal por el mal no nos lleva más que a un inútil punto de referencia que es el siguiente: lo que hago mal, ¿por qué lo hago? ¿Cuál es el fin principal o primordial que me mueve a hacerlo? ¿Por qué hacer daño cuando la vida es una experiencia tan especial y, a su vez, tan poco aprovechada y apreciada en determinadas ocasiones?

Si entendiésemos nuestra existencia como un regalo para disfrutar al máximo de él, probablemente podríamos matizar, o cambiar drásticamente ciertos comportamientos que forman parte de nosotros, y estaríamos muy arrepentidos de otros que hemos hecho sin pararnos o parándonos a pensar por qué lo hicimos.

Toda esta reflexión inicial la he desarrollado a modo de camino que nos lleva a conclusiones diversas dentro de nuestro ámbito cofrade y, por extensión a nuestro entorno personal.
Todos somos conocedores y, algunos testigos directos de comportamientos, actitudes y acciones que han empañado el buen nombre de nuestra Semana Santa, de nuestros titulares y, por supuesto, que han hecho daño a las personas. Si la religión respira amor y, en concreto la nuestra, se fundamenta en dos mandamientos tan absolutamente imprescindibleds como el amor a Dios y al prójimo, ¿por qué determinados individuos que se dan golpes de pecho a diestro y a siniestro, defendiendo y vanagloriándose de su beata condición y, diríamos, que autoproclamándose cuasi santos, han sido autores de actos y despropósitos tan insanos e inhumanos como engañar, odiar, robar, vilipendiar, denostar, humillar, deshonrar…

¿Dónde está el amor a Dios, al prójimo, a la vida?

¿Dónde se encuentra el supuesto sentido de culpabilidad que debe habitar en cada uno de nosotros cuando nos sabemos hacedores de actuaciones inapropiadas?

¿Dónde está ese periodo de viaje interior y de descender a nuestro ser para reparar el daño hecho y, por consiguiente, limpiar las impurezas que han quedado posadas en lo profundo y que es necesario retirar para equilibrar mente y conciencia?

En este momento es imprescindible añadir algo importante. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. No pretendo erigirme en juez de nadie, ni impartir justicia a nadie porque, de modo consciente o inconsciente, no creo que me vea capacitado para tirar la primera piedra. Pero esto viene a colación del concepto perdón, y de la remisión de los pecados al que tiene derecho todo ser humano. Es evidente que toda persona que solicita perdón, queda perdonada al instante, puesto que el Hijo así nos aleccionó, convirtiendo el hecho en sí en uno de los más bellos actos de humanidad que pueden darse entre personas. La cuestión se plantea cuando ese perdón no es solicitado, cuando no reconocemos el error y solicitamos la remisión del mismo. El asunto estriba en ocultar aquello que de lo que nuestra conciencia sabe perfectamente que no hemos obrado bien y, sin embargo, desde nuestras afueras, negamos la mayor ante los demás.

Perdonad y seréis perdonados.


Pedid perdón y se os perdonará. Pero nunca actuéis ede mala fe y luego escurráis el bulto, porque la verdad es muy fuerte pero poco densa y, al final, acaba reflotando por encima de todo lo demás, con lo cual, siempre estará ahí, acompañandonos, reconociendo a aquellos que la defienden y la prectican, y ajusticiando a aquellos que la ocultan y la desprecian. Aprovechemos este periodo de Cuaresma para entender y comprender, para vivenciar e interiorizar, para pedir perdón y, sobre todo perdonar. Pero que no sigan mintiendo y ocultando la verdad aquellos que adoran en la nocturnidad de las tinieblas de lo que no se puede defender ni sostener."

1 comentario:

OTRO MAS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.