miércoles, 5 de noviembre de 2008

JAQUE MATE AL PERDÓN (PARTE 4)

LA NEGACIÓN DE LOS PRINCIPIOS BÁSICOS (PARTE 1)



La historia se nutre de pequeños anecdotarios y sucedidos que, poco a poco, la van enriqueciendo para, los que vengan después, puedan hacer un uso y disfrute de la misma, amén de servir como fuente de información de lo ocurrido.



En el caso que nos ocupa, la historia personal de la Cofradía del Perdón es rica para contar, con tan sólo25 años de vida. Hay extraordinarios momentos, puntos de inflexión, relatos estremecedores y acontecimientos olvidables, a ser posible, cuanto antes mejor, pero no por ello susceptibles de ser rememorados.



En este humilde intento de sacar de nuestra memoria todo aquello que forma parte del recorrido de la vida de algunas personas, que hemos formado parte de este proyecto, en este capítulo refloto aquel tan triste episodio que se dio hace algunos años ya, en una feria, si no recuerdo mal, la primera feria en la que todos pisábamos por primera vez los terrenos del Cortijo del Conde.



Voy a intentar ser conciso, pero sobre todo imparcial, objetivo y cronista de lo sucedido, ni más ni menos. De todos modos, esto es una recreación que puede o no ajustarse a la verdad absoluta y real, puesto que quiero que quede constancia de la historia, pero que nadie se de por aludido con pelos y señales. Vosotros, lectores del blog, sabéis llegar a conclusiones porque conocéis, relacionáis y deducís con gran astucia. Y lo que sí que voy a hacer también es cambiar el nombre al susodicho protagonista de la historia, puesto que no sé cuántos estarían dispuestos, hoy por hoy, aparte de mi amigo David, de ser testigos de la historia que vivieron muchos, pero que rápido olvidan casi todos.


Recuerdo que era sábado. El prime día de feria, cuando la feria se celebraba de sábado a domingo de la semana siguiente. Llevábamos ya en el cuerpo un tremendo palizón, puesto que poner en marcha una caseta de feria requiere bastante trabajo sobre todo, si se hace por gente altruista que no se dedica a estos menesteres.



Aquel año fue el primero en el que la Cofradía del Perdón cogía una caseta de el nuevo recinto ferial, el situado en la carretera de Pueblo Nuevo, en la finca conocida como Cortijo del Conde. Al ser todo aquello mucho más grande que las ubicaciones anteriores, es decir, la Matraquilla y la Alcoholera, pues nuestro local era mucho más grande que los anteriores que habíamos tenido anteriormente. Esto hacía que, lógicamente, necesitásemos o fuese conveniente tener más personal voluntario dispuesto a echar una mano.



Así que el reto era convocar al máximo número de personas posibles para andar un poco más desahogados.



Y así fue. Cada uno tiró de la gente que quería y que podía venir. Yo también intenté arrastrar de gente. Y pude conseguir que me siguiese alguien especial, alguien cuya vinculación a la cofradía es singular y arraigada y enraizada desde la misma época de su fundación, a través de la estrecha relación de su familia con la Hermandad, y el exquisito gusto, interés y conocimiento por la Semana Santa. Quiso aceptar mi invitación con mucho gusto mi amigo y hermano David.



El hecho de, quizá, estar un tanto reticente a colaborar, era su pésima relación con "Roberto" (atención: nombre inventado), fruto de algo ajeno a David, pero que, injustamente repercutía directamente en él. No voy a entrar, por supuesto en los detalles de esa mala relación, pero, como me dijo David un día, no tenía absolutamente nada que ver con él y, sin embargo, era fruto de iras y desprecios por parte de su antagonista.



A sabiendas de este hecho, aposté por invitar a David a colaborar con nosotros, aposté por un respeto entre ambos que, por parte de David, había una predisposición positiva a que así fuese. Aparte de este importante detalle, también consideré que estábamos muchas personas en la Cofradía y que, entre todos, podríamos conseguir desliar el entuerto y hacer hermandad.



Así que así fue. Aquel sábado David se vino conmigo a la feria. Cogimos el autobús y tras unos minutos, plantamos los pies en el umbral de miles de bombillas que actuaban como festivo pórtico del recinto. Y nos dirigimos a la caseta. Atravesamos su puerta y, si no recuerdo mal, nos saludaron José Antonio, Luigi, y Pepín Pómez, el antiguo Hermano Mayor, que saludó efusivamente a David, alegrándose por el hecho de estar allí.



Roberto estaba en la cocina, creo que pelando tubérculos para hacer las papas a lo pobre...



(Continuará)

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