jueves, 24 de abril de 2008

EL PODER DEL GRAN PODER

Siguiendo con el repaso anacrónico y caprichoso que realizo desde esta línea editorial a esta Semana Santa que nos ha dejado recientemente, hoy toca desplazarse a la calle de las Monjas, a medianoche, cuando las puertas de una casa de hermandad se abren entre el inmenso bullicio de gente que se arremolinaba en torno a la estampa que en breve va a tener lugar.
El Gran Poder de Motril hace su aparición, acompañado, como siempre, de su Madre con el Mayor Dolor que una Progenitora puede albergar. Pero esta noche todo será distinto, todo será diferente. En el cielo se alberga un techo de nubes amenazantes que ya habían inquietado a los hermanos del Cristo de la Salud, pero que aún no había hecho acto de presencia de un modo real. Con lo cual, todo sigue su maravilloso curso, es decir, la Hermandad está en la calle con todo su poderío y grandeza. Pero nadie deja de mirar hacia arriba, porque la climatología no está de su parte. y aún desconocen que la noche del Miércoles Santo del 2008 hará historia, afortunada o desafortunadamente.
Tras recrearse en el Callejón de las Monjas con el arte que identifica a otra veterana cuadrilla cofrade motrileña que también da ejemplo, prosiguen su marcha, con todos los hermanos de luz y los que llevan insignias profundizan el acto de penitencia que se manifiesta en la calle, con sus cercanos, y con otros muchos cofrades y seguidores, que acompañan y se mezclan y se confunden tanto con nazarenos como alrededor del paso, que siempre se halla arropado y con ese factor de acogimiento hacia todos aquellos que quieren seguirles durante toda el recorrido.
La Cofradía está a la altura de la Casa de Hermandad del Nazareno y la Esperanza. Realizan la oportuna parada ante ella, en la cual los hermanos nazarenos rinden pleitesía. Una vez concluído, continúan su recorrido. Pero una vez el paso en marcha, ocurre lo que nadie deseaba. Las primeras gotas de lluvia hacen acto de presencia. El cielo empieza a llorar. Y lo que, en un primer momento podría ser un chirimiri pasajero, resulta convertirse en un agua que va arreciando cada vez más. En la calle se respira el nerviosismo. Las caras de los hermanos cofrades se torna en inquietud y desespero. Aquello no se corta. Aquello va a más. Con lo cual, y de un modo acertado y fría y coherentemente pensado en función de las circunstancias, se decide retornar y refugiarse en la Casa Nazarena, con el fin de resguardar del líquido elemento a las sagradas imágenes.
Es en ese momento cuando, por infortunio del tiempo, se hace historia. Jesús del Gran Poder cruza el umbral de las puertas y se encuentra con Nuestro Padre Jesús Nazareno. Los que allí estábamos, vimos como se nos encogía el corazón y como se nos hacía un nudo en la garganta. Frente a frente, cara cara, dos de las más veneradas imágenes se encontraban por primera vez bajo un mismo techo. Unos nazarenos, los otros del gran poder, todos entremezclados, unos recogiendo laágrimas que otros derramaban con el alma agarrotada debido al anticipado final de un día tan especial para ellos. Acto de humanidad, hermanamiento cofrade, otro acontecimiento inaudito y que marca un punto de inflexión en la historia y que supondrá una muesca en la cronología de nuestra memoria.
De aquello negativo, hay que extrer lo positivo. Y lo bueno fue que ha quedado grabada en nuestra retina unas imágenes llenas de amor cofrade, de buenos corazones, de grandeza, poderío y color nazareno que vistió la noche con un encanto especial.

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