martes, 11 de noviembre de 2008

JAQUE MATE AL PERDÓN (PARTE 6)

LA NEGACIÓN DE LOS PRINCIPIOS BÁSICOS (PARTE 3)
...al cabo de unos minutos salió Pepín Pómez y no cogió aparte. Y ahí comenzó el momento más vergonzante y humillante de la tarde uno de los de mi vida cofrade...
El hermano mayor comunicó a David, a través de una clarísima bajada de pantalones, que David debía abandonar el chiringuito ferial. Vamos, era como un Gran Hermano, con la diferencia de que aquí no decidía el público, sino un ser dictatorial e impositivo que, a través de su única voz, impuso su poder por encima de todo y todos los demás. Ni siquiera lo puso en conocimiento de los hermanos miembros de la Junta para decidir en grupo y democráticamente. No. Con un acto caudillista y digno de la más de las famosas repúblicas bananeras, tomó la decisión unipersonal de invitar a David a salir de la caseta.
Yo me estaba muriendo de la vergüenza. No podía creer lo que estaba sucediendo. El mismísimo hermano mayor de mi hermandad estaba rechazando a uno de sus hermanos y, más grave aún, a un amigo mío.
Todo era surrealista. Si hoy por hoy sucediese esto, probablemente no ocurriría esto. Probablemente no. Seguramente no tendría lugar tal barbaridad. En primer lugar, porque las cosas están cambiando, y las cofradías ya no son, o empiezan a no ser, afortunadamente, cortijos privados de nadie. Y en segundo lugar, porque David es quien es, hoy por hoy, y Roberto es alguien que ya ha dejado de ser gracias a sus absolutamente incomprensibles acciones llevadas a cabo en la hermandad no hace mucho tiempo después. Algún día hablaremos del amotinamiento de los enseres de la hermandad en determinado hogar motrileño. Pero ese es otra historia que contaremos más adelante.
Siempre he defendido que el tiempo pone a cada uno en su lugar y, en esta ocasión, David ascendió en su meteórica carrera en el mundo cofrade, y Roberto descendió estrepitósamente hasta el insignificante lugar que se ocupa a la izquierda del cero a la izquierda, gracias a sus continuas meteduras de pata.
Pero aquel día, la justicia, ni la humana ni la divina no fue ni la esperada ni la justa. Aquel día David tuvo que agachar la cabeza y volver por donde había venido. Tuvo que volver a coger su autobús y regresar a su casa.
Pero aquel día también lo recuerdo porque cometí un gran error. Yo me quedé en la caseta. Y sé a ciencia cierta, desde el mismo momento en el que lo estaba haciendo, y rememorándolo a día de hoy, que me equivoqué. Yo tenía que haber acompañado a David, y haber dejado a esa persona de incomprensible actuar y a ese hermano mayor con bajada de pantalones incluída en la caseta de las narices. Primero, por David, mi amigo, y en segundo lugar, porque total, para lo que algunos utilizaban la caseta de feria, sinceramente, tantos palizones de trabajo de tanta gente que daba alma y corazón, no servían realmente para lo que deberían estar destinados.
(Fin)

1 comentario:

Luigi dijo...

Todo eso que cuentas no fue mas que la consecuencia lógica de la pérdida, mucho tiempo atras, del espíritu fraternal que felizmente vivimos en aquellos primeros años. Y del cual tu participaste y nutriste tu acerbo cofrade. Esa pérdida del famoso norte que tantas veces hablamos tu y yo en nuestras conversaciones post reuniones, esa pérdida digo, fue el motivo de mi alejamiento de la Hermandad, y de eso hace ya tanto... Pero está bien que se cuente y si lo hace mi amigo pues mejor. Algun dia de estos yo tambien escribiré un "relato ficticio". Prometido. Un abrazo Niño.