viernes, 10 de diciembre de 2010

MICRORRELATO 2

Aún no sabía realmente qué quería hacer con su vida. 
Seguía sumido a sus 25 años en un océano de dudas insensatas que arremetían contra él de modo salvaje. 
La inseguridad había armado un gran muro hormigonado, infranqueable, imposible de atravesar. 
Él mismo, involuntariamente, había decidido poner fin a su vida en vida antes de tiempo. 
Se dejó llevar por la espiral del negativismo más absurdo. 
En esa espiral se sentía protegido. 
Y se sentía protegido porque sabía que nadie se atrevía a entrar, porque era la misma representación del infierno. 
Pero qué mejor sitio que el infierno para aislarse de la vida, y dedicarse a no vivir... 
Era más cómodo no vivir. 
Siempre ha sido la postura cómoda de los cobardes que no se atreven, de aquellos que dan la vida por perdida antes de vivirla, de aquellos que no respiran de alegría por miedo a contaminarse del mundo.

Él, tarde o temprano, había firmado su propio final...

(Dedicado a aquellos que, voluntariamente, deciden dejar de vivir antes de tiempo (desafortunadamente)).

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