Cuando hubo apurado su taza con el último sorbo de café con leche, estuvo preparado para contestar a su interlocutor.
- Pues me iré pronto de la ciudad. Creo que ya he cumplido mi tarea aquí. Necesito un lugar más tranquilo para aislarme y meditar sobre muchas cosas. Necesito ordenar mis ideas. Creo que debo volver a encaminar mi vida.
- ¿Y no echarás de menos todo esto?
- Pues quizá sí. Pero necesito evadirme. Ahora no estoy en disposición de continuar con este ritmo frenético. Voy a dedicar más tiempo a mí y a los míos.
- Pues deseo que te vaya muy bien, que seas muy feliz y que todo te sea favorable. Siempre se está a tiempo de cambiar de rumbo y tomar otro camino, o el camino que siempre deberías haber tomado.
- Muchas gracias, de verdad. Me voy. Ya nos veremos, aunque no voy a estar demasiado visible.
Cuando salió de la cafetería, agachó la cabeza, y de ese modo, cabizbajo, se encaminó a otro lugar. A un lugar donde la vida era otra, era distinta.
Al otro lado de la calle le esperaban. Se fundieron en un gran abrazo, disfrutaron de un largo beso profundo y lleno de cariño.
Tras separar sus labios, decidió que, por fin, ya era libre para retirar y guardar el alzacuellos para siempre en el cajón del pasado...
No hay comentarios:
Publicar un comentario