jueves, 10 de abril de 2008

AQUEL MARTES SANTO DEL 2008

Y llegó el 18 de marzo, en este 2008 que tanta satisfacción cofrade nos ha traído. Y llegó el Martes Santo, ese Martes Santo que algunos de nosotros esperábamos, un año más, para formar parte de una experiencia única. En torno a las 8 y cuarto de la tarde noche, ya nos encontrábamos en el salón parroquial de la Iglesia Mayor. Allí nos hallábamos varias personas, intercambiando palabras y sonrisas. Las ropas están allí perfectamente preparadas. Cada uno tiene la suya. José, Fermín y yo nos miramos con ilusión, con la ilusión de saber que, un año más, estamos juntos en esto, y somos felices por ello. Comenzamos a vestirnos, ayudándonos los unos a los otros, puesto que es algo dificultoso colocar todo el barroco ropaje que un acólito debe vestir. En unos 20 minutos está todo listo, y nos encontramos dando los últimos retoques, matices casi imperceptibles, pero necesarios para que todo sea como debe ser.
Nos trasladamos al ala central de la Iglesia, donde en una de las calles laterales, están preparados los ciriales. Cada uno de nosotros nos hacemos con uno de ellos. Ya queda menos, pero nos da tiempo a echar un vistazo a la Dulzura del Martes Santo, puesto que después, difícilmente vamos a poder admirarla. Tras la pertinente oración, nos encaminamos hacia el Paso de Misterio. Ese es nuestro lugar, ese nuestro sitio. Convenimos la colocación de cada uno de nosotros y comenzamos a interiorizar para lo que viene en las próximas horas.
Alguien invita a todos a rezar un Padre Nuestro. Y tras el mismo, nos disponemos a situarnos, puesto que la puerta del Perdón está a punto de abrir sus brazos. Se escuchan tres serios golpes, pausados, certeros, sin prisa. De inmediato, se abren las hojas y se comienza a vislumbrar como en la Plaza de España caben muy pocos alfileres ya. Y ahí nos encontramos nosotros, ante el paso, con un rictus serio en consonancia a lo que está sucediendo. La Cruz de Guía traspasa el umbral, y unos minutos después comenzamos nosotros, y tras nosotros, Él, Jesús del Perdón, engrandeciendo el mundo con su presencia, iluminando la noche con su grandeza y atravesando cada uno de nuestros corazones con ese gesto y esas manos que son capaces transmitir, que son las únicas capaces de deslizar lágrimas de respeto y ahogo en el alma. En nuestra mirada queda clavada la suya, en nuestro ser queda clavada su resignación, en nuestro yo sensible queda anclado de forma perdurable el inconmensurable e infinito acto de amor del que fue capaz.
Mientras el Paso de Misterio baja Plaza de España, a lo lejos, la oteamos a Ella, con poderío, sin nada más que Ella misma, con elegancia, con arte, con el gracejo especial que le da una cuadrilla que la quiere, la mima y la lleva en volandas, sin que apenas se note que son seres humanos quienes la cargan. Con la especialísima sensibilidad de Antonio, que es capaz de ver en Ella lo que ningún ser humano en esta tierra es capaz de verle, para ponerla guapa, para darle el toque de las manos guiadas por querubines de amor y cariño. Con la absoluta entrega de un Hermano Mayor y Junta de Gobierno que ha hecho de la exquisitez, el vocablo aplicado a la Reina Misericordia.
La Estación de Penitencia transcurre para estos acólitos que, esperamos con la esperanza de que cada nuevo año podamos repetir la experiencia única e inigualable, la cual tenemos el excelso privilegio de poder poseer.
Cuando finalizamos, la sensación es muy gratificante, es especial, es diferente porque, un año más, hemos acompañado a Jesús del Perdón por el asfalto, viviendo un año más uno de los momentos cofrades más intensos de toda la Semana Santa.
Así que si un día nos veis con que cogemos el bastón del abuelo y le colocamos una vela encima, no es porque se nos haya cruzado un cable, sino porque es de recibo y es inexcusable echar de menos algo tan extraordinario como tenerle a Él tan cerca de nosotros...

2 comentarios:

Fermín Anguita Fortes dijo...

Un martes inolvidable. Como lo han sido estos dos años y como lo serán siempre. Ojalá estos acólitos sigan juntos cada año. Una noche inolvidable, a pesar del viento y a pesar de la "panzá" de reir cuando se nos iba a caer el Santiago... ¿Os acordáis?

Fermín Anguita Fortes dijo...

Un martes inolvidable. Como lo han sido estos dos años y como lo serán siempre. Ojalá estos acólitos sigan juntos cada año. Una noche inolvidable, a pesar del viento y a pesar de la "panzá" de reir cuando se nos iba a caer el Santiago... ¿Os acordáis?