miércoles, 8 de abril de 2009

MARTES SANTO EN MOTRIL

El hijo de Dios volvió a ser sentenciado a muerte, sin la más remota posibilidad de imaginar que la historia pudiese cambiar ni un ápice. Pilatos pronunció aquellas palabras que cayeron como una losa sobre el alma de Jesús. Y su Madre asistía envuelta en el sufrimiento infinito como condenaban al fruto de la vida, al ser que más quiso en toda su existencia.
Jesús del Perdón y su Madre Misericordia volvieron a acercarse a todos nosotros una vez más, para darnos su bendición y regalarnos su presencia. La noche se hizo cerrada para intentar ocultar el rostro de dolor de su amado Hijo, pero fue imposible. El dulce sufrir de un ser que conoce su final no puede ocultarse bajo ningún manto de tiniebla, no se puede enmascarar de ningún modo bajo ningún artificio humano. Jesús del Perdón nos demuestra, una vez más, el inmenso poder de una faz dolorida pero calmada, recreada por el maestro Sánchez Mesa para acompañarnos cada Martes Santo y darnos una nueva lección de humildad transmitida hasta lo más interno de nuestro corazón.
Su Madre le acompañaba en silencio, interiorizando algo que se escapa de su entendimiento humano. El Padre no puede salvarlo, de hecho, es necesario que muera para que la salvación se transfigure en todos nosotros. La dulzura del Martes Santo se torna canto de esperanza para todos nosotros, en oración sentida que intenta escapar de su preciosa boca para mostrarnos que la belleza interior supera con creces el exorno exterior, que el verdadero aprendizaje que nos llevamos en el alma es el rezo de la Madre pidiendo por su Hijo, y sacando fuerzas de donde no las hay para hallar el refugio necesario que le haga comprender de algún modo la necesariedad de todo lo que está sucediendo.
Volvió a rozarse la magia a través del canto celestial de las Reverendas Madres Nazarenas, que nos regalaron el momento más especial de la noche, y uno de los más impresionantes de nuestra Semana Mayor. Sus agudas voces convierten en preciosa melodía el canto de los ángeles que reconfortan al Hijo y a la Madre en su incontenible sufrir. El silencio se apodera de la calle de las Monjas para regalar toda la atención a un hilo armonioso de rezos salidos de un ventanuco enrejado y dirigido hacia los titulares que se acercaron anoche a Motril.
Anoche nuestro Motril volvió a radiar sentimiento cofrade en forma de ríos nacidos de las pupilas de todos aquellos que viven y sienten nuestra Semana Santa, que reflexionan y piensan sobre el gran misterio que conmemoramos cada año de nuestras vidas.

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