miércoles, 8 de abril de 2009

PREVIO MIÉRCOLES SANTO

Amanece Miércoles Santo en Motril. La agradable temperatura invita a pasear por nuestras calles. La flor sigue rompiendo para engalanar aún más la primavera que apenas acaba de comenzar. Parece que el viento quiere marcharse por donde vino, y que el día crezca hacia una noche serena y tranquila, en la que la luna se dibuje en el cielo con la fuerza de un bello presente que se nos transmite. Es la soberbia noche del Miércoles Santo en Motril, donde la muerte y el mayor dolor contenido se convierte en presencia real en nuestras vidas.
Desde el templo de la Victoria y la Casa Hermandad de la Calle de las Monjas se adivinan los nervios a flor de piel. Un momento importante en las hermandades es su estación de penitencia, en la cual recorren las calles regalando al público la gracia de sus imágenes, y dando culto público a Jesús y a María. Los retoques de última hora sumen a sus hermanos en una especie de ilusión por compartir con sus iguales la admiración por sus titulares, pero al mismo tiempo en incertidumbre, repasando que todo esté preparado para la hora de la salida.
El Santísimo Cristo de la Salud es el gran movilizador de gentes, el hombre que tiene los pies gastados dulcemente por los besos y cariños de sus fieles. Es el Hijo humilde, callado, refugiado en su capilla y que, sin embargo, es capaz de hacernos girar nuestra vista hacia Él, de querer tocar sus pies para llenarnos de su gracia, de elevar nuestra mirada hacia su santo Rostro, buscando el gesto de cariño y serenidad que transmiten sus ojos.
Su Madre nos regala el Mayor de los Consuelos. Nos invita desinteresadamente a orar con Ella por su Hijo muerto. Eso lo saben bien una cuadrilla de almas que viven horas intensas portando su santa imagen, llorando porque lo sienten, lo viven y lo demuestran, regalándonos todo su amor en forma de acto de respeto infinito hacia su titular.
En la calle de las Monjas, Jesús del Gran Poder es mimado, y querido, y sentido por sus hermanos. Miles de ojos contemplan su bellísima estampa que nos transmite la fuerza del ser humano en momentos de duras adversidades. Y su Madre pide nuestra compañía, porque el grandísimo dolor que carga es demasiado pesado, y necesita que le aliviemos con nuestra compañía y nuestra oración acompasada al son de su mirada triste y sincera, llena de gracia bendita hacia su Hijo.
Una cuadrilla que se deshace por ellos, que la llevan en sus corazones durante todo el año. Que le dedican su vida cada Miércoles Santo a las 12 de la noche, que despiertan a todo Motril con su arte nacido de la semilla de la devoción y de la responsabilidad de hacer las cosas con la maestría que sólo Jesús del Gran Poder les puede transmitir. Es la cuadrilla de los llantos, de la carne de gallina, de la familiaridad con todos los que no estamos dentro, porque ellos quieren compartir su esfuerzo con nosotros, ellos hacen hermandad desde el paso hacia afuera, con rostros fundidos en la admiración y en el respeto porque saben perfectamente lo que llevan arriba.
Es Miércoles Santo en Motril, por fin, es Miércoles Santo en Motril. Que vuelen las horas hasta la noche para poder sentir, gracias a Dios, un año más, el Miércoles Santo en Motril.

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